domingo, 18 de diciembre de 2011

Yo no podría describir con exactitud los regalos que descansaron alegremente empacados bajo el arbolito de navidad enano que teníamos en esos tiempos. Pero recuerdo esa característica particular de ese simpático matorralsito al que le cabían 5 bolas de navidad y media extensión de lucecitas. Medía 1 metro con 20cm, pero ciertos regalos se veían gigantes ante él y eso lo hacía todo más emocionante. La alegría de esos días la recuerdo con sólo quererlo un poquito, ni siquiera tengo que cerrar los ojos y ya escucho la salsa que tanto amaba escuchar mi papá y la música llanera de su amigo que cantaba como con la naríz y repetía: “…aunque tengo mil defectos, no soy el hombre perfecto, yo tampoco soy normal, que pesar..” (eso entendía yo de la letra)

Es difícil, por esos recuerdos, no aferrarse a celebrar ante un montón de decoraciones que ya casi no tienen que ver con lo que en realidad e históricamente es la navidad. Para mi es imposible no alegrarme cuando llegan las doce y destapar con cara de ponqué los regalos que ya sabía que mi mamá tenía para mí o mostrar un asombro tan falso como sincero cuando veo el regalo de mi sobrina, que yo misma empaqué, y su carita de ilusión. No lo abandono por mucho que me sé sumida, por estos días, en el consumismo, porque estoy haciendo sagrado ese ritual de alegría y sonrisas que mi papá celebró sin falta cada año. Aprendí de él ese alboroto y se me quedó grabada la sonrisa (tan falsa como sincera) que se le dibujaba gigante bajo el bigote “escobudo” que casi nunca se quitaba.

Y es que si no lo hacemos, si no lo hago, me voy a aferrar estúpida y terca a todas las cosas malas que han sabido pasar por acá, como ese viajesito que le dio por hacer hace 17 años y del que no regresó. Se fue un 27 de Noviembre dejándonos sin saber cómo celebrar esa navidad, o mas bien sin ganas de hacerlo varios años después.

Después pude copiar, casi con exactitud, cada cosa tonta que le gustaba colgar, cada canción chabacana que le gustaba poner, bailar hasta una sinfonía y la carcajada estridente que soltaba para todo.

Lo haré este año por mucho que se fueron de aquí personas importantes, pasaron por esta misma calle gentes sin un poquito de tacto, respeto o ganas de dejar una huella de algún color clarito. Lo voy a hacer al doble, al triple y me voy a tomar unos tragos dolidos, pero amables, por todos esos nombres borrosos y en nombre, como siempre, de mi apá. Voy a brindar porque no importa cuántas veces dije que este año había sido “una mierda”, esos sucesos y ese desfile de personas sin cara no son nada comparado con mi recuerdo del arbolito menudo y la idea de que éste año es mi sonrisa y mi alboroto el que va contagiar a mi familia y a los que se quieran quedar en la fiesta.

¡Felices fiestas pues! Que se emborrachen y bailen hasta el otro día, habría dicho mi papá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario